Jugaba de ocho y me fue muy mal porque siempre fui un "pata dura"
terrible. La pelota y yo nunca pudimos entendernos, fue un caso
de amor no correspondido. También era un desastre en otro sentido:
cuando los rivales hacían una linda jugada yo iba y los felicitaba,
lo cual es un pecado imperdonable para las reglas del fútbol moderno.
Eduardo Galeano, El fútbol a sol y sombra.
Editorial Siglo XXI, 2006.
Marc Vicens, 2015. |